Por Paola Holguín – @PaolaHolguin
En la VII conferencia de las FARC, celebrada en mayo de 1982 en el Guayabero, Meta, este grupo terrorista estableció como objetivo pasar de 3.000 hombres que lo integraban en ese momento a 28.000, con el propósito de crear 48 cuadrillas y conformar los denominados ‘frentes’, teniendo como eje principal la Cordillera Oriental, desde donde asegurarían su zona de retaguardia estratégica, en el sur del país, y proyectarían su influencia hacia el centro del poder político y los principales corredores de movilidad para el tráfico de armas y de narcóticos.
Para abril de 1993, en la VIII conferencia, las FARC se habían duplicado y extendido en todo el territorio nacional, fortalecidas por el narcotráfico y el reclutamiento de menores (según la JEP, entre 1996 y 2016 las FARC reclutaron forzosamente 15.561 menores, 5.691 de ellos, menores de 14 años); así, estaban listas para pasar de la guerra de guerrillas a la de movimientos. Este cambio en la estrategia y el esfuerzo de guerra se tradujo en los más duros golpes, como: las masacres de Puerres, Las Delicias, La Carpa, Patascoy; y las tomas de El Billar, Miraflores y Mitú. Estos luctuosos actos de terror, condujeron a la inaplazable modernización de la Fuerza Pública y al replanteamiento en su forma de operar. El 7 de diciembre de 1999, se activó una de las más legendarias unidades del Ejército, la Fuerza de Despliegue Rápido (FUDRA); un componente móvil, de infantería ligera de asalto aéreo, con amplias capacidades de guerra contrainsugente y antiterrorista, que participó, entre otras exitosas operaciones, en la retoma de la zona de distensión (Operación Thanatos) y la Operación Libertad 1, que obligó a huir a la selva a los 11 frentes y compañías móviles, que asediaban Cundinamarca.
Este último éxito militar dio lugar en 2003, a la conformación y activación de la Omega, primera Fuerza de Tarea Conjunta (unidad especial compuesta por Ejército, Armada y Fuerza Aérea bajo un mando unificado), con la que se neutralizó el 79% de los Bloques Sur y Oriental de las FARC, se logró la eliminación de objetivos de alto valor como el ‘Mono Jojoy’ y se consolidó la presencia militar en la retaguardia fariana, frustrando definitivamente su ambicioso Plan Estratégico. En tiempo récord, la Omega logró reducir el asesinato de civiles por parte de grupos armados, de 157 en 2002 a 15 en 2004; y a 2010 había logrado la desmovilización de 584 terroristas, la captura de 804, y la muerte en combate de 1.124. La efectividad de las operaciones conjuntas quedó probada.
La sinergia de personal, equipos y capacidades tácticas y de inteligencia de las tres Fuerzas, sumado al apoyo de la Policía; así como la unificación del mando y control bajo este nuevo concepto de organización (Comandos Conjuntos y Fuerzas de Tarea) cambiaría definitivamente el equilibrio de fuerzas y restablecería la iniciativa perdida en la década de los noventa, consolidando la presencia institucional en áreas de alto valor estratégico. Por eso, en condiciones tan complejas de seguridad como las que vive Colombia hoy, donde el propio Ministro de Defensa reconoce que durante el Gobierno Petro creció el secuestro 70%, la extorsión 30%, 1.972 menores fueron reclutados y en 2024 -a 31 de octubre- 151 líderes asesinados y 62 masacres con 212 víctimas; más el crecimiento del control territorial por parte de las estructuras criminales; se podría revisar y ajustar el modelo de Comandos Conjuntos y Fuerzas de Tarea, pero no acabarlas de un plumazo; porque esto, más la reducción de hombres y la obsolescencia o ausencia de equipos, devolverá al terrorismo la ventaja militar que habían perdido en las últimas dos décadas.