Diana Sofía Giraldo
Comienzo esta columna con el epílogo de la columna anterior. Me preguntaba quien tenía más capacidad de escucha en Colombia, si los líderes hombres o las líderes mujeres.
Y un amigo sereno y reflexivo, Everth Bustamante, me respondió:
“Tu pregunta al final del artículo me hizo recordar que cuando, de pequeños, pedíamos algo nuestro padre nos respondía “Lo que diga tu mamá”. Con el transcurso del tiempo entendí que ella era la que nos escuchaba.
Definitivamente en estos tiempos sombríos creo que ellas nos escuchan y lo mejor es dejarnos llevar de sus manos”.
Colombia merece ser conducida por una mujer. Los ciudadanos necesitamos ser escuchados, acogidos, sanados y esa tarea es femenina. Padecemos “orfandad presidencial”. Buscamos un líder que nos agrupe en su útero. Cuya sabiduría nazca de la intuición conectada al corazón. Una mujer que se ha hallado a sí misma, que se ha unificado en su juego de luces y sombras, está lista para gobernar. Conozco muchas mujeres sabias que ya se transitaron y conquistaron. Ganaron dignidad e independencia, se viven “en verdad” y han perdido el temor reverencial a la dictadura de lo masculino. Sencillamente lo integran. Una mujer que se ha encontrado a sí misma es libre para dirigir, para ordenar la casa, con amor y justicia.
El encuentro que necesita el país para volver a reconocernos como nación tiene espíritu femenino. Espíritu de guerreras que aprendieron, a transformar el silencioso dolor padecido, a deponer las armas del ego y a tejer comunidad desde las mismas entrañas de la vulnerabilidad. Porque es allí en lo aparentemente débil, en la “indefensión” expresada en ríos de lágrimas, donde se tejen los hilos de la vida, del renacer que anhela Colombia.
Les quiero compartir sobre las cualidades que he observado en mujeres líderes que he tenido el privilegio de conocer y que espero, algún día, escribir en profundidad sobre ellas.
Ingrid Betancourt todos los días se transita y se explora en libertad, sabe que el único cautiverio es interior porque su alma jamás estuvo secuestrada. Se sabe eterna.
Ángela María Orozco es tan estudiosa y competente como el mejor de los gobernantes, ancla se seguridad en un arraigado sentido de la justicia. Escucha, controvierte sin miedo y no juzga.
Paola Holguín, no conozco otra mujer con su coraje. No conjuga el miedo. Es capaz de defender sus ideales hasta con la vida.
Vivianne Morales, desde su coherencia y femineidad se la ha jugado siempre en concordancia con sus convicciones más profundas. Como mujer y como Fiscal. Cultiva su espíritu y conoce el valor de obrar y callar.
Nancy Patricia Gutiérrez experimentó en carne propia el escarnio público al ser acusada injustamente. Hizo de sus padecimientos una purificación personal. Se fortaleció interiormente y hoy se vive renacida, para la política y para la vida.
Podría seguir describiendo colombianas maravillosas en todos los campos, lo estoy disfrutando y seguramente lo haré en el futuro.
Para cerrar esta columna menciono dos que son, para mí, sabias maestras de vida y de ciudadanía, de las que me declaro aprendiz: Amelia Mantilla, la expresidenta del Consejo Superior de la Judicatura, y Gabriela Febres Cordero, la líder venezolana, que en buena hora se hizo colombiana…
Continuará

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