Paola Holguín – @PaolaHolguin

Indigna, pero no sorprende, lo ocurrido con las elecciones en Venezuela el pasado 28 de julio. Tal como era de esperarse, y luego de la épica campaña de María Corina Machado y su candidato Edmundo González Urrutia, los venezolanos salieron valerosos a las urnas con una participación que no se veía en las últimas décadas. A pesar de la contundente victoria, que ya se veía venir por las masivas manifestaciones y las encuestas, el presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE), Elvis Amoroso, anunció la supuesta victoria de Nicolás Maduro con 51,20 % de los votos, sobre 44,2 % de Edmundo González y consolidaron el golpe de Estado, cuando en menos de 24 horas después de haber cerrado las urnas, sin conocerse las actas, sin los resultados finales y de manera exprés, ratificaron como ganador a Maduro y le entregaron el acta en el CNE.

El fraude ha sido una práctica recurrente de la narcodictadura, en el poder desde 1999, primero con Chávez y luego con Maduro. En este caso, el fraude empezó hace meses, cuando no permitieron la inscripción de María Corina Machado, quien con más del 90%, había ganado las primarias de la oposición el 22 de octubre de 2023; y tampoco le permitieron participar a su primera sucesora Corina Yoris, una reputada académica de 80 años; luego, cuando por fin se pudo inscribir Edmundo González, empezó la persecución sin cuartel contra la oposición, fueron más de 20 integrantes de la campaña que terminaron presos, otros amenazados, perseguidos y seis refugiados en la Embajada de Argentina en Venezuela. Ahora, no contento con el monumental robo, el régimen abrió una investigación en contra de María Corina por un supuesto ataque cibernético al sistema electoral, el día de las elecciones.   

Contrario a lo que en su momento hicieron otros candidatos que salieron a reconocer la falsa victoria para terminar de convalidar el engaño; esta vez, coherentes, firmes y valerosos, María Corina y Edmundo salieron a reafirmar su victoria, reconocieron cómo los ciudadanos de manera pacífica votaron y salieron a cuidar los votos, hicieron un llamado a la Fuerzas Armadas por el respeto a la voluntad popular, se negaron a aceptar el chantaje y anunciaron próximas acciones para que se respete la elección, además hicieron públicas el 73,25 % de las actas con las que contaban y que confirman su victoria: 2.259.256 votos para Maduro y 6.275.182 para González.

Por su parte, varios países manifestaron dudas sobre la legitimidad del resultado anunciado por el CNE, entre ellos, Alemania, Gran Bretaña, Estados Unidos, España, Ecuador, Argentina, Uruguay, Paraguay, Perú, República Dominicana, Costa Rica, Guatemala, Chile y Panamá, que fue más allá al ordenar el retiro de sus diplomáticos en Venezuela. Brasil y Colombia, al igual que la ONU y el Centro Carter, han solicitado que se publiquen las actas de las elecciones.

Los demócratas del mundo tenemos la obligación de hacer respetar la voluntad del pueblo venezolano en las urnas. Todos sabemos qué pasó, todos sabemos quién ganó, todos sabemos que es ilegal e inmoral aceptar el fraude del narcodictador. Es hora de rodear a los ciudadanos que en las calles exigen que se respete su voluntad y que enfrentan las balas de los colectivos.

A los colombianos nos quedan muchas lecciones, la importancia del diálogo popular y el debate público sobre lo que sucede en el país (generar consciencia); encontrar el centro de gravedad, es decir, el tema que es común a todos, sin importar edad, estrato o condición (en el caso de Venezuela fue la reunificación familiar el tema que movilizó, pues un tercio de la población tuvo que salir exiliada y los hijos quieren crecer con sus padres y los abuelos anhelan ver a sus nietos); coordinar medidas judiciales para no permitir que la ruptura del Estado de Derecho se convierta en costumbre; cuidar la transparencia del aparato electoral, y consolidar liderazgos cívicos e innovadores.

(Fin)

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