Sin marcha atrás

El radicalismo y la ceguera ideológica de Gustavo Petro lo llevan a entrar en graves contradicciones y a no ser capaz de liderar procesos reflexivos y dialógicos.

Él, que se dice abanderado del pueblo, del poder del constituyente primario y defensor de las movilizaciones populares como derecho constitucional y manifestación de la voz ciudadana; él, que afirmaba en abril de 2021 que “un gobernante debe siempre escuchar y corregir si es necesario (…)” y que “la mayor violencia siempre proviene de un gobierno que se vuelve indolente y sordo”; hoy está dando claras muestras de sordera y desprecio por la expresión de los colombianos en las calles.

Luego de más de 50 eventos a nivel nacional, el pasado 21 de abril, donde marcharon cientos de miles de colombianos superando la que hasta ese día era la mayor movilización nacional, la del 4 de febrero de 2008 contra las Farc; Gustavo Petro salió a minimizar, estigmatizar y banalizar un mensaje claro que desde las calles se lanzó contra los escándalos de corrupción protagonizados por su Gobierno y su familia; contra el relacionamiento cómplice con regímenes antidemocráticos; contra su pasividad frente a la criminalidad organizada y su desprecio por nuestra Fuerza Pública; contra su persistente discurso de odio y división, y su ineficiente gestión; contra su propuesta de Constituyente, y sus nefastas reformas a los sistemas de salud, laboral y pensional.

En sus mensajes, Petro afirmó que fueron marchas débiles, cuando las redes sociales y la prensa nacional y regional registraron -con imágenes- la multitudinaria asistencia en todas las ciudades. Continuó insistiendo en un supuesto “golpe blando”, tratando de victimizarse frente a unos procesos judiciales que avanzan en la Fiscalía, el Consejo Nacional Electoral y la Comisión de Acusación, contra él y su campaña presidencial. Afirmó que las movilizaciones las había movido el odio, cuando en realidad los ciudadanos sin distinción de género, edad, estrato, condición o ideología, marchamos unidos por amor a Colombia. Alardeó sobre su respeto a la movilización y la no intervención de la Fuerza Pública, lo que en realidad se dio, no por el supuesto talante democrático del Gobierno, sino por el comportamiento de los marchantes que caminamos con alegría, civismo y respeto, sin la violencia, el vandalismo y el terrorismo que caracterizaron el denominado “estallido social”. Además, retó con una nueva marcha el 1º de mayo, Día del Trabajo, para valerse de una movilización tradicional, en favor de su agenda política.

Vale la pena resaltar que el mensaje de las calles no fue solo para el Gobierno, también fue claro y contundente contra los congresistas que están apoyando las reformas de Petro, y aunque algunos manifestaron en la sesión plenaria su indignación por los carteles que portaron muchos ciudadanos, lo cierto es que tendrán que asumir la responsabilidad política por sus decisiones.

Hoy nos queda claro que los colombianos en las calles se están uniendo en torno a una agenda de país, que todos los sectores deberíamos escuchar; queda claro también que hay una comunidad cada vez más crítica y capaz de movilizarse; y que aunque busca cambios, no quiere destruir lo construido, ni barrer con la institucionalidad. Para los ciudadanos, no hay marcha atrás.

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